¿Puede la rigidez convertirse en un obstáculo incluso dentro de las metodologías ágiles?
En esta reflexión, Cristian Tapia – Jefe de Proyectos en Akzio, comparte su experiencia sobre cómo las posturas extremas pueden afectar el trabajo colaborativo y por qué la adaptabilidad sigue siendo clave en cualquier equipo.
«Hace algunos años me tocó participar en un programa de proyectos vinculados al gobierno de datos. Este se desarrollaba con un enfoque híbrido, donde interactuaban múltiples equipos de trabajo. En las reuniones de coordinación, uno de los líderes de equipo —Scrum Master— insistía de forma constante en seguir al pie de la letra las ceremonias y principios de Scrum, incluso cuando era evidente que los distintos enfoques de los equipos requerían ajustes o adaptaciones.
Con el tiempo, su discurso comenzó a transformarse en una serie de intervenciones rígidas y fustigantes, que no solo desviaban el foco del objetivo común, sino que también entraban en abierta contradicción con uno de los principios fundamentales de los métodos ágiles: la adaptabilidad.
Ya finalizado el proyecto, reflexioné sobre su actitud y comprendí que no se trataba de una defensa razonada de un marco metodológico, sino de una postura más cercana al fanatismo que a la colaboración. En nombre de los valores y principios ágiles, terminó generando conflictos que dificultaban el trabajo en equipo.
Cada vez que surgen nuevos enfoques en cualquier ámbito de la actividad humana, suelen aparecer reacciones que poco tienen que ver con el pensamiento crítico y la razón. A menudo responden más a creencias rígidas, posturas defensivas o incluso al miedo, que a una verdadera disposición al aprendizaje.
Las metodologías ágiles no han estado exentas de estas reacciones. Por un lado, han generado una adhesión casi ciega por parte de algunos seguidores, que llegaron incluso a despreciar todo lo que no fuese ágil. Los métodos tradicionales de gestión de proyectos (como el modelo en cascada) fueron blanco de duras críticas y descalificaciones, algo que se puede apreciar claramente en las primeras publicaciones sobre el tema.
Por otro lado, también hubo una fuerte resistencia por parte de quienes no compartían esta nueva visión. En muchos casos, esta oposición fue impulsada por el temor al cambio y por la forma en que los enfoques anteriores eran desacreditados, a pesar de haber sido útiles y válidos en distintos contextos.
En mis años de experiencia laboral he aprendido que ninguna postura extrema es recomendable. Ante cada nuevo enfoque, lo más sensato es abordarlo con pensamiento crítico, pero también con una mente abierta. Solo así podemos aprender, evolucionar y mejorar nuestras prácticas. Esa es la actitud que nos permite incorporar nuevas herramientas y, lo más importante, saber cuándo y cómo usarlas.
Hay una frase que ilustra muy bien esta idea: “Para quien solo tiene un martillo, cualquier cosa parece un clavo.”
Volviendo a la historia del comienzo, aquel Scrum Master que no supo adaptarse terminó dejando el proyecto. Porque, al final, en un entorno dinámico, la falta de flexibilidad puede alejarnos de los equipos… y de las oportunidades».